sábado, 25 de mayo de 2013

Levantad, carpinteros, la viga del tejado




Cuando comencé a leer este libro (publicado conjuntamente con Seymour, una introducción en 1963) me gustó la sensación de reencontrarme con Buddy Glass, pero también es cierto que la sensación es agridulce porque es ya lo último de Salinger, quiero decir, el último libro que publicó y también el último que yo he leído porque, sin darme cuenta, he ido leyendo todas sus obras en el orden en el que se publicaron.

Para quien no lo sepa y quiera situarse, Levantad, carpinteros, la viga del tejado es un relato escrito por J.D. Salinger donde aparecen los hermanos Glass, que yo ya conocía por Franny y Zooey (1961) y algunos cuentos incluidos en Nueve cuentos (1953). Esta curiosa familia neoyorkina se compone de 7 hermanos, y esta obra se centra en los dos mayores: Buddy, eterno narrador que nos habla desde sus 40 años del presente, y Seymour, al que ya habíamos conocido en el cuento "Un día perfecto para el pez plátano", donde se narra su trágico final.

En esta ocasión la historia se desarrolla el día de la boda de Seymour, aunque este personaje nunca llega a aparecer. Está narrada por su hermano Buddy, único asistente de la familia del novio, que se hallaba en aquel momento haciendo el servicio militar. Seymour no se presenta, y por culpa de un atasco Buddy queda atrapado en un coche con otros invitados oyendo, por supuesto, las especulaciones sobre el novio.

Lo que más me ha gustado del relato es, al igual que vemos en Seymour: una introducción, la narración de un Buddy que mira al pasado intentando llenar huecos, y la manera en la que retrata a su hermano mayor, todo un referente para la familia, y para él, en concreto, un amigo y compañero espiritual, pero también un hombre inmaduro, profundamente pesimista y con ciertos problemas mentales.

Me ha parecido especialmente conmovedor el principio, en el que introduce al lector en la historia por medio de una anécdota: una noche en la que por una epidemia de paperas trasladan a la pequeña Franny a la habitación de los hermanos mayores, esta no puede parar de llorar y Seymour decide calmarla leyéndole un cuento taoísta sobre el buscador de caballos de un duque que tiene que encontrar un sucesor para su trabajo, alguien que sepa obviar los detalles triviales y se guíe por lo espiritual. El propósito está claro, el lector ya conoce a la familia Glass y sabe que Seymour hace tiempo que se ha suicidado en el momento que comienza la narración, y como dice Buddy:

"Desde que el novio se retiró definitivamente de la escena no he conocido a nadie a quien pueda encomendarle que salga a buscar un caballo en su lugar."

A pesar de que el personaje de Seymour lo llena todo, de especial interés me ha parecido el curioso viejecito con el que coincide Buddy en la boda. Aunque extraño y taciturno (sordomudo en realidad), es el único con el que nuestro narrador llega a empatizar. Y esto me encanta de las obras de Salinger, que no hay personajes malos ni poco definidos, cada uno de los actos y conversaciones que se llevan a cabo en sus obras terminan teniendo una importancia del todo relevante para el lector, con el que nuestro narrador ya ha creado una total complicidad.

Y cuando hablo de complicidad no me refiero solo a los constantes guiños al lector, también nos sentimos partícipes porque con la familia Glass se ha creado todo un universo literario que gira en torno a un Nueva York que se nos antoja que no hemos conocido cuando en realidad nunca ha existido... Y esto a mí, queridos lectores, me parece magnífico.

Supongo que muchos de vosotros hayáis leído El guardián entre el centeno, y tanto si os ha gustado como si no, os recomiendo que le hagáis un hueco a Levantad, carpinteros, la viga del tejado. Pensad que solo tres obras fueron suficientes para que Buddy Glass demostrase que sabía hacer algo más que escribir sobre adolescentes gruñones. 

Perdón, donde dije Buddy Glass quería decir Salinger.


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