sábado, 23 de marzo de 2013

El arpa de hierba, de Truman Capote


Truman Capote y Harper Lee

Si mal no recuerdo, El arpa de hierba fue el primer libro que leí de Truman Capote, hará ya unos 15 años, y me alegra haberlo vuelto a leer, no solo por el tópico de ver la historia con otros ojos (que también), sino porque cuando pasan tantos años ya es casi como si nunca lo hubiese leído. Y lo más curioso es que, por cosas de destino (o de mi club de lectura) ahora estoy leyendo Matar a un ruiseñor, de Harper Lee. Esto me complace no solo por la amistad que unía a sus autores, sino también por la coincidencia de dos personajes en ambas novelas inspirados en la infancia de Capote.

El arpa de hierba, no sé si la habréis leído, trata sobre la tierna historia de Collin, un adolescente huérfano que vive en una pequeña población del sur de los Estados Unidos con sus dos tías solteras: Verena, seria y dominante, y Dolly, sensible y soñadora. Una discusión entre ellas provoca que Dolly tome la decisión de abandonar la casa e instalarse en un árbol, plan al que se van uniendo su amiga y criada Catherine, el propio Collin y otros personajes del pueblo que irán descubriendo, junto a Dolly, lo que es la libertad.

La historia, de nuevo, me ha gustado y creo que parte de la gran maestría de Capote consiste en conseguir que el lector empatice totalmente con sus protagonistas y se ponga enseguida del lado de Dolly. Quizá sea porque transmite una idea parecida a la que años después veríamos en El barón rampante, de Italo Calvino, y es esa continua sensación en nuestra infancia y adolescencia de que siempre nos intenten bajar de nuestro árbol, transición impepinable para la madurez.

Especialmente emotivo me ha parecido su final, algo esperable en un libro que resulta conmovedor desde la primera página a la última y sin desvelaros mucho aquí os dejo la reflexión del joven Collin sobre la vida, que coincide bastante con la mía:

He leído que el pasado y el futuro son una espiral cada una de cuyas vueltas contiene a la próxima y predice su forma. Quizá sea así, pero mi propia vida me ha parecido más bien una serie de círculos cerrados, de anillos que no se desarrollan con la libertad de una espiral. Para mí, pasar de uno a otro de esos círculos significa un salto, no un deslizamiento suave.

A mí me pasa lo mismo, y al igual que al joven Collin lo que más me desespera es el intervalo de tiempo entre un círculo y otro. Supongo que la vida algún día vendrá con un manual de instrucciones que te indique dónde y cuando saltar... Hasta entonces, nos quedan novelas como El arpa de hierba.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...